13.10.12

► Película: «A propósito de Schmidt»

Tema: Crisis personal en tono de comedia. 


Dirección: Alexander Payne.
País:
USA.
Año: 2002.
Duración: 125 min.
Interpretación: Jack Nicholson (Warren Schmidt), Kathy Bates (Roberta Hertzel), Hope Davis (Jeannie), Dermot Mulroney (Randall Hertzel), June Squibb (Helen Schmidt), Howard Hesseman (Larry), Len Cariou (Ray), James Crawley (Dave Godberson), Cheryl Hamada (Saundra), Steve Heller (Ken).
Guión: Alexander Payne & Jim Taylor; basado en la novela de Louis Begley.
Producción: Michael Besman y Harry Hittes.
Música: Rolfe Kent.
Fotografía:
James Glennon.
Montaje: Kevin Tent.
Diseño de producción: Jane Ann Stewart.
Dirección artística: T. K. Kirkpatrick y Pat Tagliaferro.
Vestuario: Wendy Chuck.
Título en Argentina: Las confesiones del Sr. Schmidt.


SINOPSIS
Hay algo en el señor Schmidt que lo convierte en un ser odioso, miserable, profundamente ordinario. Quizás ese algo sea su propia vida, tan normal, tan chata, una vida que, sin dudas (y tal vez ésa sea la razón que lo convierte en un ser odioso) podría ser la de cualquiera de nosotros, la de cualquier ser humano común y corriente. Interpretado por el siempre deslumbrante Jack Nickolson, el señor Schmidt funciona como un crudo espejo hacia fuera de la pantalla; su personalidad, su modo de vivir la vida, es un mensaje por elevación, tan sutil como filoso, al corazón de seguramente muchos espectadores que esperaban ver en el filme la historia que se resisten a vivir en carne propia.
"Las confesiones del Sr. Schmidt", tercera película del director Alexander Payne, transcurre con cierta resignada melancolía. Re-trata un momento crucial en la historia de Schmidt, un típico ciudadano norteamericano, recientemente jubilado, casado desde casi toda la vida con una mujer a la que prácticamente no conoce, propietario de una casa, un auto, una casa rodante, y padre de una hija que está a punto de casarse. Así, sin ofrecer resistencia alguna, en medio de esa estructura cotidiana, el Sr. Schmidt planea sin realmente planear el paso de un día tras otro hasta que todo termine alguna vez, sin pena ni gloria.
De repente, un mediodía, el protago-nista regresa a su domicilio y encuentra a su esposa muerta. A partir de ahí, toman voz y forma ciertas molestas preguntas que venían asomando a sus pensamientos. Las respuestas a esas preguntas no arrojan más que una sentencia contundente y lúcida: desde ese momento, el Sr. Schmidt adquiere conciencia de que vivió una vida infeliz, de que todavía es infeliz, y toma la decisión de no resignarse a eso. Así que se sube a la casa rodante y emprende un viaje con objetivo definido: evitar que su hija contraiga matrimonio con el mediocre vendedor de camas de agua que la pretende como mujer.

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